My Work

Thursday, April 19, 2018

DESCARNADO


--> (Reflexiones a media reunión).

Somos universos contenidos. Somos todo lo que amamos; las situaciones, los encuadres, la luna por la rendija, la partícula que flota en la luz; todas esas sensaciones que nuestra mente filma alrededor nuestro. Somos la película que descubrimos a través del amigo, el libro que descubrimos en la película, la canción que descubrimos en el libro. Somos, cada uno, todo lo que nos efervesce la sangre, somos nuestra propia estrella en ebullición. Somos flojos como el universo, intentando gastar la menor cantidad de energía en el menor espacio posible. Somos naturaleza apenas lúcida, apática y apasionada, bestial y genial. Somos todo y somos nada, lo más emocionante y lo más insignificante. Somos sólo unos coleccionistas de olores, sabores y experiencias en un guiño del infinito.

Siendo todo esto y contando con tan poco tiempo, me parece un desperdicio hablar de cosas vacías. No quiero más aperitivos de conversación. No quiero hablar del clima. Estoy cansado de la plática trivial, deshabitada, convencional, políticamente correcta. Somos más que eso.

Yo quiero hablar sobre tus locuras y tus errores, lo que te mantiene despierto, de las noches en las que te asomas al precipicio; quiero hablar sobre el significado de la vida, sobre el dolor y cómo voltea tu mente al revés; quiero hablar sobre las posibilidades infinitesimales de haber nacido y la gente que jamás morirá porque jamás nació; quiero hablar sobre el silencio; sobre las galaxias que en cámara rápida bailan una del brazo de la otra; sobre vibraciones, moléculas, cuerdas y sinfonías; sobre espirales y burbujas; sobre obsesiones y manías; sobre el fuego, el sexo y la muerte; sobre los escenarios devastados de mis pesadillas y el olor de sus colores; sobre los libros que algo te tiembla por dentro con sólo mirarlos, sobre las estrellas que vuelven a existir cuando las miras y para las que tú eres sólo un parpadeo en su ausencia. Quiero hablar con los adictos como yo a incendiar sus selvas neuronales; quiero llorar a carcajadas con ellos y abrazarlos, mis favoritos, a los que les brilla la mirada y la boca se les dispara en mil direcciones cuando hablan de lo que aman; esos que explotan como supernovas y sus palabras reptan debajo de tu piel, te recorren la espalda como un insecto metálico, gotean de tus dedos, se desbordan del vaso, de la mesa, ruedan por las escaleras de tu cerebro e inundan los huecos de tu cráneo. Quiero chuparle la médula a esas letras y contarlas con mi propia voz. Porque si habláramos todo lo que somos, seríamos más de lo que pretendemos. No somos personajes, somos historias enteras. Somos el sonido y las líneas de nuestro propio paisaje, su ritmo y su atmósfera, los gestos y el barullo alrededor. Nos reconocemos en las cosas que nos pasan, en las personas que nos tocan; en el tono, el color, la luz, la lentitud. Somos ese fascinante mosaico de…


—¿Te sirvo más vino, Franz?
—Absolutamente.