My Work

Sunday, September 16, 2007

CUMPLEAÑOS!








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Doble celebración pues. Primero cumplió el blog y ora cumplo yo.

Pretextos no faltan, pscómo, siempre hay un buen motivo para celebrar. Siempre. El viaje que hiciste o que vasacer, chamba nueva o la misma pero remasterizada, chava nueva o la misma pero remasterizada, toparte con alguien chido que hace mucho no ves o que recién conoces, un concierto chingón, no sé. Piensa. Seguro encuentras uno, cualquiera vale.

O que nos conocimos.
Ese siempre es bueno porque es neto. Finalmente de ahí se desencadena todo, a partir de que conoces a alguien. Aparte lo chido de un pretexto es que se acaba convirtiendo en una chela. Y también, claro, que nos acuerda de recordar lo importante que es cierta gente para uno. El pretexto te da la ocasión de incluso decírselo.
El Ros, como invitado especial, me diseñó e ilustró esta invitación con un buen pretexto, y un cumpleaños es el rey de los pretextos. Yo cumplo este viernes (aquí cerraría el ojo –cling).

Vamos a juntar los pretextos de todos –total, siempre hay– y que la ocasión luego se transforme en recuerdo chingón, desos que luego evocas y caen bien. Pero caray, ser recibido por una angelita y una diablita como las de mi invitación me caería mejor aún.

Pus una chela, no?





















Por cierto.
Dos buenos motivos para llegar temprano:
a) Chela 2x1 hasta las 9.
b) No quedarse afuera (es viernes y el lugar, por increíble que parezca, no es mío).

Sunday, September 09, 2007

EDICIÓN DE ANIVERSARIO

There are places I'll remember
All my life though some have changed
Some forever not for better
Some have gone and some remain
(Lennon/McCartney)

El Blog del Guardián cumple dos años esta semana.

Creo que califica como pretexto. La época de celebración comienza y en su honor estreno aquí íntegro el primer cuento que escribí.
El recuerdo va más o menos así. Siendo tan fan de leer historias ajenas, una noche a media adolescencia me propuse crear una mía. Memoricé el texto palabra por palabra –el insomnio me cedía ciertas virtudes con el tiempo– y después de leerlo mil veces en mis párpados, poquito antes del amanecer, lo anoté por fin. Después de un tiempo me animé a publicarlo en el periódico de la escuela. Más me vale tenerlo por ahí.

Y todo esto viene por recordar cómo han cambiado tantas cosas en dos años. Increíble. Ya dos años, los mejores sin duda.
Recordar dos años es fácil. Pero si te clavas en sí recordando resulta aún más interesante, es algo así como hacer juegos o ejercicios de memoria. Se me ocurrió empezar a hacerlo justo por un cuento que leí. Y cuando me acuerdo de recordar está padre. Recordar, por ejemplo, el color de mi suéter cuando cumplí 8, el dibujo que hice con la izquierda cuando andaba enyesado de la derecha, el pasillo que cruzaba para llegar a la alberca y su olor, cómo llovía el día que tuve que regresarme caminando... en fin. Lo curioso no es sólo recordar ese tipo de detalles, sino la forma como pueden botar en la mente. Observar un charcoiris mientras esperas el siga puede dispararte el recuerdo de uno.
Cuando oyes una canción vieja, una que te gustaba y que hace mucho no oyes, puede seguirte gustando o no, pero igual te recuerda cómo eras cuando te gustaba. En otro caso, cómo eras cuando la escribiste. Un recuerdo continúa quieto hasta que tu conciencia llega a sacurdirle el polvo.

El Guardián ha custodiado mis recuerdos por dos años ya. Recorrí de memoria su trayecto entre los sauces y recordé que a veces me gusta recordar.
Mucho ha cambiado, pienso acostado antes de dormir. Para empezar, antes no podía dormir. Una de esas noches decidí escribir un cuento. Siendo el primero y sin saber si habría secuelas, tendría que ser algo que no pasara de moda, como un clásico. Algo sencillo, que incluso pudieras contar de noche antes de dormir. Un cuento para hacer soñar, en vista de que yo mismo no podía dormir. Que fuera oscuro y algo extraño, dedicado a alguien que no existe –y que dudo que exista algún día:

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or un momento, la joven Luna pensó que se encontraba flotando en la oscuridad sobre una inmensa y majestuosa planicie líquida, en la que se reflejaban los millones de diminutos astros luminosos que, a su vez, se suspendían por encima de ella.
Tenía la certeza de que esa enorme cantidad de guardianes celestes giraba alrededor de ella, cuidándola y admirando constantemente su impresionante belleza —porque debía ser muy bella. Sin embargo, no podía verse a sí misma; de manera que al observar a la Tierra flotar por debajo de ella, asumió que se trataba de su propio reflejo.
—Un bello reflejo, por supuesto —dijo, soberbia y satisfecha.
Al escuchar esto, un ángel que pasaba se dio cuenta de la gran vanidad de la joven plateada, y resolvió acercarse a ella:
—No es un reflejo —dijo el ángel con un tono ligeramente severo—. Es un astro real. Nadie es menos importante ni más bello que tú ante los ojos de Dios.
Al notar la sorpresa y al presentir el evidente desaliento de la Luna, el ángel agregó pacientemente:
—Cuando la luz del Sol no ciega su mirada al Cielo, los habitantes de ese mundo azul efectivamente admiran tu belleza.
Entonces la Luna entristeció.
Y en su dolor derramó una lágrima, que muy lentamente fue cayendo hasta tocar la superficie líquida de ese mundo azul, que continuaba flotando por debajo de ella, y al que había creído su reflejo...
Desde entonces, los océanos no han podido detener su turbulencia, producto de las ininterrumpidas ondas en el agua que se han ido multiplicando entre sí con el imperdonable paso del tiempo, y que no parecen vislumbrar un final inmediato.
A este fenómeno, la ciencia —aún ignorante de las grandezas del Cielo y de la Tierra— le denomina marea, y le da sus respectivas y limitadas explicaciones humanas”.

Mi hijo —que aún no nace— se quedó pensativo al terminar de escucharme. Giró su cabeza sobre la almohada y miró a través de la ventana. Observó silencioso la luna y después sonrió.
Yo también sonreí y cerré su noche con un beso en la frente.