My Work

Monday, December 29, 2008

OUTSIDE THE BOX

Originalmente el siguiente ensayo acompañaba mi colaboración para el Cubo Blanco del bimestre diciembre'08/enero'09 de la revista Fahrenheit° – número dedicado a la libertad.
Por razones más dedicadas al espacio y a otros criterios editoriales, sólo se publicó la mitad de lo que envié.

Ésta, que para mí es la mitad más interesante, quedó fuera del cubo.
Justo trata sobre eso.
Merece un diseño especial:




Holmes
& la gente detrás de la vitrina

por Franz De Paula

No hay felicidad sin libertad, no hay libertad sin valor.
Pericles


El brillante médico escocés, Dr. Joseph Bell House, servía como cirujano personal cada vez que la Reina Victoria visitaba Escocia. El resto de su tiempo lo repartía entre la poesía, el deporte, la observación de las aves y sus cátedras en la Academia de Medicina de la Universidad de Edimburgo.

En éstas enfatizaba que el elemento más importante para elaborar un diagnóstico era la observación precisa, para la cual él mismo gozaba de un talento particular. Bastaba con que analizara la indumentaria y el proceder de un extraño para que dedujera su profesión y hasta sus hábitos más oscuros. Aunado a su alta capacidad lógica y deductiva, fue considerado un pionero en la ciencia forense –en una época donde la ciencia y la investigación de un crimen no tenían nada que ver.

Uno de sus alumnos, un tal Conan Doyle, inspirado, creó al protagonista de 4 novelas, 60 relatos y una posterior infinidad de versiones teatrales, cinematográficas y televisivas: Sherlock Holmes, Detective Privado. Sin duda mi favorito, aún por encima de Tom Sawyer. Como personaje ficticio, se ha convertido en quizá el de mayor fama mundial, no particularmente gratuita. En este ámbito, Holmes encabeza el privilegiado y reducido grupo de los intelectos más hábiles e inquietos con ese rasgo torcido de ironía, vicio y humor negro en su personalidad. Una combinación poco común en nuestra realidad, por tanto, atractiva.

Intencionalmente similar es la personalidad de otro exitoso ser ficticio, no literario sino televisivo: el brillante Dr. Gregory House. Qué mejor combinación que la de un reconocido médico con personalidad opuesta a la que se esperaría de un reconocido médico: un desaliñado antisocial que trata sólo a las enfermedades extrañas, nunca a los pacientes; con gran poder deductivo resuelve misterios médicos eliminando sospechosos, analizando síntomas como pistas y atrapando con ingenio a la bacteria culpable, para luego holgazanear en lo que otro caso llama su atención. En el ínter, gana más adeptos fuera del televisor que dentro; es un tipo frío, amargado por necesitar un bastón para caminar, interesado únicamente en la razón y no en la emoción, adicto a la vicodina como Holmes lo era a la cocaína; con el Dr. Wilson como único amigo conocido –en remembranza del gran Dr. Watson–; su primera paciente lleva el mismo nombre que la única mujer que Holmes respeta, Irene Adler; aún así ama también la música, por momentos se le aprecia tocando la guitarra o el piano en su departamento 221B, tal como Holmes tocaba su Stradivarius en el famoso 221B de Baker Street.












Me llama la atención la siguiente versión cinematográfica de Sherlock Holmes, dirigida por Guy Ritchie, protagonizada por Robert Downey Jr. con Jude Law como su compañero Watson.
Quizá por la extraña selección de reparto – pero lo extraño es interesante porque es diferente.


El talento de una mente contraria al resto, por inspiradora que pueda resultar, casi siempre conlleva un lado B: el evidente conflicto con su entorno y las consecuencias que de esto se derivan. El mundo ama irse a la cama oyendo historias para dormir sobre gente que rompe los esquemas que ellos tanto temen cuestionar. La humanidad alaba y presume a sus personajes como trofeos en vitrina, pero siempre detrás de una conveniente vitrina. Es mucho más cómodo admirar a Van Gogh en una pared o en un libro que si fuera tu vecino, gritándote y sangrando desorejado en tu puerta. Debe ser más divertido ver a House gritar a un moribundo en la tele que si un verdadero House lo hiciera contigo, siendo tú el moribundo. Detrás de la vitrina cambia el ángulo y, por tanto, su percepción. La línea entre lo real y lo ideal.

Lo que tienen en común estos personajes –como los reales que inspiran a los ficticios y viceversa– es que mientras la humanidad mantiene su mismo punto de vista, atado al criterio obtuso de la época en turno, ellos mantienen uno propio y genuino. Fueron libres en su decisión. Todos lo somos. George Bernard Shaw alguna vez dijo: "La persona sensata se adapta al mundo, la que no lo es adapta el mundo a sí misma; por lo tanto, cualquier avance de la humanidad depende de la insensata".

Lástima que los insensatos no siempre disfruten los resultados.


Me aburren los cubos por dentro, a todo esto.