Toda evolución en pensamiento y conducta
debe aparentar en un principio herejía y mala conducta.
George Bernard Shaw.
Una enorme diferencia entre la gente, creo yo, es su capacidad de autocuestionamiento.
Cuando alguien se pregunta, ¿cómo es que existe todo?–¿cómo es que existo yo?, el carácter de la respuesta define de qué tipo de persona estamos hablando.
Hay quienes responden que todo es obra de un ser supremo –con diferente nombre de acuerdo a su creencia personal– que creó y dispuso todo de la forma en que la conocemos.
Ésta es una respuesta fácil. No requiere mayor explicación, aún cuando preguntemos qué o quién es ese poderoso Creador, cómo es que existe, siendo algo más complejo aún que el universo mismo, qué había antes de Él o si alguien más lo creó.
La respuesta, tarde o temprano, acaba llegando al punto inicial: No preguntes, no podrías entenderlo – sólo créelo, porque Él así lo ordena.
Pero si, por otro lado, la respuesta es explicada con bases y razones reales, entonces aclara y exhorta a investigar más, a saber más. A interesarse por conocer, por conocerlo todo, por conocerse a uno mismo.
Las cosas no siempre han sido de la manera como las conocemos. El universo cambia desde su explosivo inicio. Seres y eras se han ido y muchas más vendrán.
Todo evoluciona, y lo que no, se estanca y no sirve. A eso se le llama selección natural. Un tipo muy inteligente y observador llamado Charles Darwin la demostró hace exactamente un siglo y medio.
El problema con la mentalidad de alguien más es justo ése: no es la tuya. Eso incluye doctrinas, creencias y estilos de vida que probablemente no son los que querrías para tí. Normalmente el castigo infinito y la culpa (en sus diferentes versiones y celebrada en diferentes fiestas de guardar) son manejados como medio principal de manipulación. Su única verdad es la que no contradice su creencia. Oprimen el pensamiento crítico, la curiosidad por descubrir, por imaginar, por explorar. Inculcan estar satisfechos con no entender el mundo. Debes creer – de lo contrario, Él te castigará para siempre.
Creer no es simplemente una cuestión de decisión. No puedo creer en una enorme tortuga sosteniendo la Tierra sólo porque alguien me lo pida. Pero si te enseñan a creer en ella desde que naces, me pregunto, ¿de qué manera esa formación te hará evolucionar?
Esa mentalidad obsoleta ha influido en la vida de millones por siglos. Billones continúan perdiendo la suya por causas que podrían haberles sido ajenas. La historia de la humanidad es un claro ejemplo de ello – las peores catástrofes en pérdida humana de la historia, una enorme mayoría, están relacionadas con dogmas y religiones. Segregan, censuran, etiquetan junto al color de piel, idioma, partido político o deportivo. Es claro lo dañinas que son para la vida y la evolución del ser humano.
Se supone que lo que nos distingue como especie humana es la inteligencia, nuestra capacidad de autocuestionamiento. De no habernos preguntado de dónde venimos, cómo es que pensamos o de qué están hechas las cosas, no habría avance. Aún continuamos descifrando de dónde venimos, pero en el camino hemos conseguido averiguar bastante hasta este momento. Sabemos lo infinito hacia ambos lados que es el universo. Nuestros ojos no han encontrado un final aún. Esto jamás lo hubiéramos logrado sin averiguar de qué está hecho todo lo que nos rodea, de qué estamos hechos nosotros mismos. Sin conocimiento, sin su consecuente tecnología, no habría posibilidad de comunicarnos como lo hacemos hoy, o de hacer largos viajes a conocer gente diferente y lugares interesantes. No conoceríamos el universo dentro y fuera de nosotros. No nos conoceríamos. La vida sería oscura y no evolucionaría. No haríamos justicia al término inteligencia.
Toda gran verdad dicha por vez primera suena a blasfemia. Precisamente hoy hace 150 años fue publicado uno de los pocos libros que han marcado el siguiente nivel en nuestra evolución como especie inteligente: El Origen de las Especies. Nuestra comprensión de la vida y de todo lo existente nos eleva a la altura de la continua sorpresa, en cada nuevo descubrimiento nos descubrimos más a nosotros mismos. No es la especie más fuerte ni la más inteligente la que sobrevive, sino la más adaptable al cambio. Y cambiar de mentalidad, sin duda, implica un paso adelante en la evolución humana. Impresionante, como dijo otro muy listo señor, que hoy sea más fácil desintegrar un átomo que superar un prejuicio.
No hay necesidad de explicarnos con cuentos de hadas la vida sólo para sentirnos afortunados por experimentarla. Si ya estamos aquí, ¿qué mejor labor que entender nuestro colorido universo y de qué manera real despertamos con vida en él? El único medio es nunca dejar de cuestionarse.
Dudo, por lo tanto pienso, por lo tanto soy, dijo un listo matemático francés hace mucho.